La vida y la misión de Jesucristo
Jesucristo es el ser más importante que haya de nacer en esta tierra, nuestro ejemplo perfecto. Él es Señor de señores, el Creador, nuestro Salvador y vino a la tierra para que pudiéramos vivir con Dios de nuevo.
Nació en circunstancias humildes
Jesús nació de la Virgen María en una pequeña aldea de un rincón remoto del mundo. Ese humilde nacimiento materializó las esperanzas y los sueños de todos nosotros. Él era el Hijo de Dios con infinito conocimiento y poder, pero también era mortal y susceptible a sentir hambre y dolor. Jesucristo experimentó completamente los desafíos y los pesares de esta vida. Él nos conoce a cada uno de nosotros y nos entiende perfectamente.
Preparación temprana
Siendo aún muy joven, Jesús enseñaba la palabra de Dios. A los doce años, enseñó en el templo y todos los que lo oían se asombraban de Su entendimiento. Cuando Jesús comenzó Su ministerio, ayunó en el desierto durante cuarenta días. Fue tentado por el diablo y venció esa tentación. Además, Él fue bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista. Aunque Jesús fue sin pecado, aun así fue bautizado por inmersión a fin de enseñarnos la obediencia a Dios. Después del bautismo de Jesús, Dios declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mateo 3:17).
Ministerio
Jesús sanó a los enfermos, dio vista a los ciegos e incluso devolvió la vida a los muertos. Y lo que es más importante, hizo posibles esos milagros. Aunque los sacerdotes judíos consideraban Sus obras una conducta blasfema, Jesús continuamente recordaba a las personas que Sus obras estaban alineadas con la voluntad de Dios “para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13).
Jesús también es el ejemplo perfecto de amor. Durante Su vida en la tierra, cuidó de los pobres, sanó a los enfermos (véase Lucas 17:12–19) y nunca apartó a los niños pequeños (véase Mateo 19:13–14). Su amor es infinito y está al alcance de todos nosotros.
Jesús enseñó que debemos perdonar. Aunque Él murió en la cruz, Jesús perdonó a las personas que lo mataron.
Encuentra guía e inspiración en las enseñanzas de Jesucristo. Descubre cómo los misioneros pueden ayudar.
Las palabras de Jesús, y las bendiciones que se obtienen al vivirlas, son igual de verdaderas hoy en día. Los misioneros pueden mostrarte cómo las enseñanzas de Jesús brindan soluciones a tus problemas, fortaleza para hacer frente a los desafíos y más gozo en tu vida. Solicita una visita.
¡Gracias! Pronto recibirás un mensaje de confirmación.
Recibirás varios mensajes por WhatsApp o mensaje de texto para confirmar tu solicitud y ayudarte a prepararte para la visita.
Los misioneros de tu zona pronto se comunicarán contigo.
Estamos deseosos de hablar de las enseñanzas de Jesucristo contigo. Podemos reunirnos en persona o en línea.
Error: El formulario no se pudo procesar en este momento. Inténtalo de nuevo o actualiza la página para volver a empezar.
Jesús realizó milagros
Jesús sanó a los enfermos, caminó sobre el agua, levantó a los muertos, calmó el mar y convirtió el agua en vino. Esos milagros cumplieron profecías antiguas y demostraron Su divinidad. También evidencian la compasión infinita de Jesucristo por nosotros. Con toda esta certeza, podemos saber que Él es nuestro Dios y que tiene poder sobre todas Sus creaciones. Podemos tener fe en Él para efectuar milagros en nuestra vida en la actualidad.
Los milagros de Jesús
“Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa” (Mateo 9:27–31).
“Y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, fueron limpiados” (Lucas 17:12–19).
“Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella, y al instante ella se enderezó y glorificaba a Dios” (Lucas 13:11–17).
“He aquí que sacaban a un difunto, unigénito de su madre, que era viuda […]. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores […]. Y dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate! Entonces se incorporó el que había muerto” (Lucas 7:12–15).
“Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua […]. Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Y […] el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era” (Juan 2:1–11).
“Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar” (Mateo 14:25).
“Y tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió entre todos los dos peces. Y comieron todos y se saciaron” (Marcos 6:34–44).
Enseñanzas divinas
Jesús fue el maestro más grandioso que jamás haya vivido. A menudo utilizaba parábolas, o relatos, para enseñar lecciones importantes de las que todavía podemos aprender hoy en día.
Las parábolas de Jesús
Jesús enseñó que todos los que escojan venir a Él y trabajar en Su obra pueden tener la oportunidad de recibir las mismas bendiciones (véase Mateo 20:1–16).
Jesús nos enseñó una importante lección sobre el perdón cuando preguntó: “¿No debías tú también haber tenido misericordia de tu consiervo, así como yo tuve misericordia de ti?” (véase Mateo 18:33).
Jesús dijo que debemos amar a nuestro prójimo, y la parábola del buen samaritano nos enseña que nuestro prójimo puede ser cualquier persona, incluso extraños o enemigos (véase Lucas 10:25–37).
Como el Buen Pastor, Jesucristo nos cuida fervientemente a todos nosotros, sobre todo a aquellos que han sido separados de Su rebaño (véase Lucas 15:3–7).
Cristo aceptará con amor a todas las personas que se vuelvan a Él, independientemente de lo que hayan hecho (véase Lucas 15:11–32).
Sus enseñanzas estaban muy adelantadas a Su época. Nos enseñó a amar a nuestros enemigos. Nos enseñó a perdonar. Él nos enseñó a ver a las personas más allá de su raza, edad, sexo o nacionalidad. Nos enseñó a amar a Dios y a nuestro prójimo. Pero lo que es más importante, demostraba amor en todo lo que hacía.
Jesús murió por nosotros
A lo largo de Su vida, muchos se enojaron con Jesús, porque Él condenó la hipocresía. Les enseñó verdades que desconocían y mostró compasión hacia los pecadores. Demostró un poder increíble y algunos líderes cívicos y religiosos se sintieron amenazados por Su influencia.
La noche antes de que lo mataran, Jesús se retiró al Jardín de Getsemaní para orar. Allí sintió el peso de todo pecado y dolor que el género humano ha conocido, y sufrió por cada persona que ha vivido. Después, Jesús fue traicionado, arrestado, fue objeto de burla, golpeado y crucificado en la cruz, todo lo cual Él permitió a fin de cumplir con la voluntad de Dios. “Pongo mi vida”, dijo el Señor, “para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17–18). Aun cuando los de Su propio pueblo le estaban dando muerte, Él clamó a Dios para que tuviera misericordia de ellos.
Las funciones de Jesucristo
Salvador
“Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1 Timoteo 4:10).
Redentor
“Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo” (Job 19:25).
Hijo Unigénito de Dios
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Intercesor
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo” (1 Juan 2:1).
Buen Pastor
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10:11).
El Cristo
“Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!” (Mateo 16:16).
El Príncipe de Paz
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado estará sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6).
Ejemplo
“Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
Jesús se levantó del sepulcro
Tres días después de Su muerte, Jesús se levantó de la tumba y se apareció a Sus amigos y seguidores. Gracias a que Jesús vive de nuevo, nosotros también resucitaremos algún día. Rompió las ligaduras de la muerte cuando se levantó del sepulcro esa mañana de la primera Pascua. Gracias a Su sacrificio y resurrección, podemos afrontar nuestros desafíos diarios con fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Podemos saber que no hay causas perdidas, que no existen los finales y que ninguno de nosotros está más allá de Su amor perfecto y Su poder infinito para salvar.